La reedición del doble álbum «One» de la fallecida cantante estadounidense Selena Quintanilla se convirtió en julio en el primer disco de una estrella latina en llegar al número uno de la codiciada cartelera Billboard de ventas en formato vinilo.
Ya lo habían intentado el año pasado Juan Luis Guerra con su disco “Literal” y a principios de 2020 David Bisbal con “En tus planes”.
Al anunciar que el álbum saldría en vinilo, Bisbal expresó su «orgullo» en entrevista con Efe: «Esto es un sueño para mí. El tener mi música en vinilo es una especie de reconocimiento. Representa que mi música, mi arte, merece estar en la colección de alguien», indicó el artista español.
«Me hace mucha ilusión pensar que un fan va a ver la carátula, apreciar el cuidado que se puso en el diseño, que va a ejecutar el rito de sacarlo, ponerlo en su tocadisco, bajar el brazo y colocar la aguja sobre el disco”, confesó con obvia emoción.
Fue un sentimiento similar al que expresó el dominicano Guerra, quien reveló a Efe que era un «gran coleccionista» de álbumes en ese formato y que tiene un gran número de ellos.
La veneración de los artistas a este tipo de contenedores musicales es similar al que sienten los que nunca entregaron sus discos de vinilo y que, a menudo, recorrían las tiendas sobrevivientes en áreas bohemias de las grandes ciudades buscando algún tesoro.
Por años, fueron una especie en extinción hasta 2005, cuando comenzaron a publicarse las noticias de que el vinilo sonaba mejor que los CD. Ya entonces la música se consumía más y más de forma digital.
Sin embargo, nadie llegó a pronosticar que 15 años después y en medio de la primera pandemia que sufriría la humanidad en un siglo, las ventas de los vinilos superarían las de los CD, como se reveló esta semana en Estados Unidos.
Para Olivia Tambini, analista de la publicación Techradar, la pasión por el vinilo viene de «la necesidad de la gente de tener una colección tangible de la que sentirse orgulloso». Es el mismo espíritu que ha mantenido las ventas de los grandes y nada baratos libros de fotos.
Como ejemplo de este nuevo «boom», Nicolás Palau, un adolescente costarricense de 18 años que vive en Miami, contó a Efe que solo gasta dinero en música cuando uno de sus discos favoritos sale en vinilo.
El chico y sus amigos son fanáticos del rock de los años 70 y el rock en español de los 80 y se han comprado todas las nuevas ediciones que se han editado. Esto incluye toda la discografía de Pink Floyd y los álbumes de culto de rock en español de artistas como Almendra, Pescado Rabioso, Invisible y Soda Stereo.
Su hermana adora la salsa y recibió de regalo de cumpleaños este enero la colección en vinilo de lo mejor de la Fania, editados el año pasado por Craft Record.
Se tratan de versiones impresas desde los másters análogos originales, editados por Kevin Gray en los estudios Cohearent Audio con grabaciones de Celia Cruz, Willie Colón y Héctor Lavoe, entre otros.
La edición de nueva música y reedición de álbumes legendarios en vinilo no solo es una concesión a la nostalgia. Se ha convertido en un buen negocio.
El disco doble en vinilo de Selena vendió 6.000 copias en su primera semana, lo que representó el 99 % de las ventas físicas de la producción.
Las cifras coinciden con el comportamiento del resto de la industria.
Cuando la Recording Industry Association of America (RIIA) publicó su reporte del primer semestre del año informó que las ventas de CD habían caído en un 48 %, frente a un alza del 4 % de los discos en vinilo.
El fenómeno se repite en América Latina, aunque allí la mayor parte de las compras de discos de vinilo provienen de la reventa.
Esto no quiere decir, sin embargo, que haya comenzado un declive del consumo de música en «streaming».
El reporte de la RIIA reveló que tan solo en Estados Unidos se registró un aumento de los ingresos del 12 % de las plataformas como Spotify y Apple Music, entre otros, para un total de 4.800 millones de dólares. En últimas, un reinado compartido con el vinilo.
Fuente: EFE / YS / I21 / RDG