Con su acostumbrado «Desdén» y característico Misterio, se encierra «a cal y canto» en el Auditorio Nacional
Bob Dylan sigue huyendo de su mito, pero a su público le da igual, le adoran. El músico de Minnesota y Nobel de Literatura ha ofrecido esta noche en el Auditorio Nacional un viaje libre y relajado por el legado musical norteamericano del siglo XX, con pocas concesiones a su propia leyenda y pocas sorpresas.
El repertorio ha sido prácticamente el mismo que ejecutó, junto a su banda, el pasado sábado en Salamanca y unos días antes en Lisboa, dentro de esa gira interminable, Never Ending Tour, en la que lleva embarcado 30 años.
Sentado al piano, abrió, casi como una declaración de intenciones, con «Times have changed», la canción que compuso en el año 2000 para la banda sonora de una película y que habla de «tiempos extraños, estoy encerrado a cal y canto, fuera de todo alcance, solía importarme, pero los tiempos han cambiado».
Y así, encerrado en sí mismo y sin pronunciar palabra, fue desgranando una combinación de sus composiciones más recientes, apegadas al blues y el rock and roll más tradicionales, versiones del Gran Cancionero Americano que popularizaron cantantes como Frank Sinatra y reinterpretaciones de sus canciones más célebres, que fueron las más aplaudidas, a pesar de que costaba reconocerlas.
Parapetados en la sobriedad, musical y estética, interpretaron canciones de los primeros álbumes, como «It ain’t me», una «A simple twist of faith» con fraseos a destiempo o una «Highway of 61» mucho más relajada y lenta que la original.
Aunque lo más parecido a momentos álgidos llegaron con «Desolation row» y con el tema de cierre, «Ballad of a thin man», todas del mismo álbum «Highway 61 Revisited», editado por primera vez en 1965.
Dylan, vestido con chaqueta y pantalón negros, en contraste con el traje azul del resto de la banda, no se levantó del piano más que en contadas ocasiones, para cantar en plan Sinatra clásicos ajenos como «Once upon a time» o «September of my years».
Quizá en esas canciones resulta más evidente la pérdida de propiedades que ha sufrido la voz de Dylan en los últimos años, más aún porque el músico no renuncia a sus características inflexiones arriesgadas.
Entre el público asistente a esta primera de las tres noches consecutivas que actuará en el Auditorio Nacional de Madrid, pudo verse desde al ministro de Educación, Cultura y Deporte Íñigo Méndez de Vigo, al expresidente de Endesa Manuel Pizarro, la modelo Laura Ponte y, cómo no, músicos como Christina Rosenvinge, León Benavente o el pianista James Rhodes.
No se permitió el acceso a la sala de ningún fotógrafo y el uso de móviles estaba completamente vetado, y bajo vigilancia extrema.
El concierto se desarrolló sin incidentes, salvo un momento, hacia la quinta canción, cuando el micrófono de Dylan hizo un ruido extraño y a continuación dejó de funcionar.
La banda acudió rauda a arroparle y ahí demostraron sus tablas improvisando sobre «Summer Days» mientras un técnico cambiaba el micrófono.
Aunque no saludó al salir al escenario, ni pronunció palabra, Dylan agradeció con gestos y saludos la calidez del público antes de abandonar el escenario.
Decía el escritor Sam Shepard, que lo siguió en una gira en 1975, que cuando un misterio se resuelve, el caso se archiva. «En este caso, en el caso de Dylan, el misterio no se resuelve nunca, de modo que el caso sigue en marcha. Sigue produciéndose una y otra vez. Durante años y años. ¿Y quién es este personaje de todos modos?
Fuente: EFE / I21 / RDG